martes, 8 de mayo de 2012

Carta a una amiga


Las mentiras me rasparon las rodillas, me electrocutaron, me arrancaron el cabello, me arrancaron las uñas, me mutilaron los pies y deje de andar. Las mentiras fueron perdonadas y mi cuerpo quedó mutilado pero seguía, o al menos lo intentaba. Luego de tanto andar ya no pude más, y lo  dejé para curar mis heridas, para poder encontrar mis pies mutilados, para recoger cada cabello que se había caído, para esperar que mis uñas volvieran a crecer, para que mis rodillas cicatrizaran, para no volverme (más) loca. Sé que se burlaron de mis lágrimas que caían todos los días  y su cómplice se atrevió a subir un video en Youtube con mis fotos maldiciéndome. Hoy se quién fue y ha osado a continuar con ella. Seguro la luna llena lo vio todo. Hoy nada tiene negación, se toda la verdad pero felizmente mi cuerpo ya está completo y puedo caminar, correr, arañar, mover mi cabellera al ritmo de James, arrodillarme para saciar mis placeres y puedo gritar que hoy brillo por luz propia y creo en el karma.
Cambié y me gusta como soy. Lloré pero ahora solo logro sonreír. Nada quedó de esa chica debil. Ya no maldigo, ya sabes... You get what you give.
Hoy vino mi amiga a visitarme y me contó que su esposo la maltrata, la humilla,  y que ha llegado a golpearla.  La verdad es que quería llorar de cólera y decidí, después de hablarle fuertemente, hacer lo que me más gusta cuando estoy pensativa: Escribir. 


Las palabras y acciones pueden herir en lo más profundo de nuestro ser y, eso, algunos hombres no lo saben y van aniquilando cualquier sentimiento.


Sólo queda orar por ella.