Él la esperaba en el taxi, se dieron un beso cálido en la mejilla y mientras le ayudaba a subir al carro el taxista aprieta el acelerador para llevarlos al bar donde empezó todo.
Llegaron, pidieron una cerveza, ella encendió un cigarro, fumó, él le pidió uno también, mientras el licor bajaba por sus gargantas. Empezaron a seducirse con miradas mientras el lúpulo hacía efecto en el cuerpo de ambos. Se separan, sonríen, se cuentan sus historias, y aunque se encuentran un poco tímidos, el lúpulo va haciendo efecto, las miradas se penetran, él no aguanta más y la besa mientras en el bar suena una canción de Interpol. El la invita a bailar, la coge de la cintura con una mano mientras la otra acaricia su rostro, bailan como si estuvieran solos en la pista, las miradas siguen fijas y penetradas, sus cuerpos se mueven al mismo ritmo, están deseándose el uno al otro, la timidez no deja que se lo digan pero a través de la mirada lo pueden saber. Sus labios se unieron una vez más, no aguantaban.
Aquella noche ella le regaló lo que más cuidaba. Él le dijo que le daría una rosa, ella sonrió, no le creía.